I Un poco más

Más no es un reto descubrirlas desnudas, no debería, es un don, puesto ahí para quien lo recibe, para a quien le otorgué, a veces rogando mientras bajamos la mirada, quien lo diría, también sentimos miedo, pero sabemos fingirlo, en la espera debe sufrirse, debe pedirse y debe cuidarse de ir con delicadeza, sin perder la cabeza. No a todos se nos da tan fácil, me gusta así para quedarme en la mitad del camino, justo donde  muere lo vano sin perder la ropa, sin perder los estribos.

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Tantas tetas todas tersas, distintas y a la vez fingiendo imitarse, atrapadas, apretujadas, oprimidas, tímidas a la vista de quien las pretende. Me gustan así para no perderme en detalles, para irlas descubriendo de a poco, dominado a una sola mano suavecito el esquivo broche, que cumple de guardián del alambrado, quien protege la propiedad, pero no obstaculiza la vista

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Y se abren como dos lunas llenas, como dos estrellas brillando en su fuego, eréctiles y orgullosos pezones con su vista al cielo, como un faro cuando las rozan, cuando las tocan, cuando las muerden; objetivo militar que se clava en mis ojos y se estampa en los recuerdos, textura de los ángeles en manos de un mísero mortal, aroma inconfundible de la piel que pide a gritos ser leída, y el sabor de un para siempre en la lengua, inevitable, quizá si hablaran enloquecerían mis dispersos sentidos.

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Y aún así lo hacen.

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Vientre acúname, hamácame los sueños, desvanéceme y no me dejes volver en mi, permíteme volver en ti, por el camino a lo más profundo de tu cielo, desde tu ombligo hasta donde tus piernas se juntan y cambian de nombre, donde la flor nace persuadida a abrir sus pétalos entre ausentes bellos vellos, decapitados para purificarte de mis manos contaminadas de antojos.

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Suave y sin prisas, delineando el costado de tu muslo y subiendo inquieto hasta donde mis dedos dicen basta hemos llegado y hasta el blanco de tus bragas se sonrojan, haciéndome morder los labios, expectante, absorto, caliente y sonriente.

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Al primer contacto subes tú pelvis, flexionas las rodillas, abres las puertas y puedes revelarte, la tela rozándote recorriendo tu extensión te roba un gemido corto y un suspiro se fuga mirando al techo, tus curvas se desbordan mientras la última pieza, por tus pantorrillas van cayendo, sin quererlo y la vez queriendo.

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Desnuda, girando envuelta sobre ti, exhibicionista, conciente de la sensaciòn que provocas,como un arco dispuesto disparas la flecha que mata y vale la pena, romboides dibujados en el monte perfecto, como perfecta indicación a la yema dactilar a posarse en su lugar, el lugar donde tu dorso indica, perfecta invitación a atraparte, màs como luna en creciente, donde muere tu  espalda te alzas orgullosa de que sean los mis propios ojos quienes se fijen como amerita el caso, obedientes, como el complemento perfecto y necesario al conjunto que desvistes de miedos y adornas de ganas.

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Culpable perfecta y cómplice apenada de tu parte de adelante, sonriente asientes y me dices continúa.