Leyendas Urbanas

En torno al sexo siempre se han tejido historias que buscaba reprimir e inhibir la búsqueda del placer a través del cuerpo. Había una leyenda muy popular en nuestra generación, hablo de los menores de 25, Imposible olvidar cuando un inútil profesor con su falsa sonrisa pretendiéndose gurú de la educación sexual afirmaba con certeza que la masturbación producía pelos en la palma de las manos.

Obviamente alguna extraña reacción culposa o curiosa, nos remitía a mirarnos inmediatamente las manitos, ante la risa inquieta de nuestras compañeritas nos menos masturbadoras y la tonta pero no menos explicación del genio de turno que afirmaba tajantemente.

- La masturbación es mala, mata el alma y la envenena…

También estaban los trágicos reprimidos los que auguraban terribles tragedias para quien osara dedicarse al culto de Onán…Estee, a hacerse a paja pues, me remito al chiste de Juanito.

Entra el papa en la habitación de Jaimito y lo encuentra masturbándose alocadamente .Papa, que es un moralista, le dice:

- Jaimito, si continúas haciendo esto, te vas a quedar ciego.

Y Jaimito responde:

- Papa, puedo seguir solo hasta que necesite gafas?

Con el tiempo aprendí de alguien que sólo hay dos tipos de personas, los mentirosos y los que se masturban, el profesor pertenecía a las dos, así como el papá de Jaimito.

La mitad de las personas cantan en la ducha y la otra mitad se masturban ¿Lo sabias?

¿Y sabes que es lo que cantan?

¿No?

Lo imaginaba, tú eres de los que se masturba.

Después circuló la historia de la chica de “nuestra” ciudad que viaja a los Estados Unidos en un plan de intercambio estudiantil. Allí convive con una nueva familia que tiene dos hijos varones. Finalmente se enamora del hijo mayor, con el cual mantiene relaciones sexuales.

Aparentemente todo está bien. Cuando finaliza su período de intercambio, la acompañan al aeropuerto. Allí el chico le entrega una caja de regalo, diciendo que tenía una sorpresa, e insistiendo en que la abra solo cuando el avión hubiese levantado vuelo.

Luego de las despedidas de rigor la chica sube al avión y se acomoda en su asiento. Abre el paquete esperando encontrar alguna sorpresa agradable. En su lugar encuentra una rosa negra, con una tarjeta que dice "Bienvenida al Club del SIDA"

Mierda, esa nos asusto mucho tiempo y creo que finamente nos hizo más responsables sobre la forma en como asumimos nuestra sexualidad, con un poco de temor, con un poco de cuidado.

Siente miedo cuando alguna chica te pregunte.

- ¿Sabes por qué lo sé?
- ¿No, porqué?
- Porque yo soy esa chica

Es otra variación de la historia, pero no por eso puede dejar de ser cierta.

Un matrimonio va por la calle y se encuentran con un amigo que se dirige al marido:

- ¡Hola, pepe! ¿Qué tal estás?

A lo que le contesta el marido:

- Mal chico, tengo un SIDA terrible, el medico me ha dado 3 meses de vida.

El amigo se despide y se va acongojado. La mujer le dice al marido:

- Pepe, como le dices a la gente que tienes SIDA, si tu lo que tienes en realidad es un cáncer de pulmón?

Y el marido le contesta:

- Yo me voy a morir, pero contigo no se va a acostar nadie.

Por esos mismos años, recuerdo que debíamos presentarnos al servicio militar para la prueba de aptitud, recuerdo esa lengua viperina, que un enorme sargento con cara de culo entraba a la sala con una hermosa enfermera, a una sola voz decía:

- Todos, calzones abajo

Y ahí iba uno, con los calzones en los tobillos y nuestras miserias de 17 años al aire y a la vista de todos, uno sabia que el gordo lo tenia chiquito, que fulanito lo tenia torcido, que menganito lo tenia para el cine gay, que perencejo tenia un afro enorme, entonces, la hermosa enfermera se ponía un guante de látex y se arrodillaba frente a cada cual para tantearnos las bolas.

¿Para qué? No se.

La leyenda cuenta que en cierta ocasión un chico, adolecente caliente como todos los adolescentes no pudo contralar su pirulín indómito y ante la mirada atónita de la hermosa enfermera se erguió como asta para bandera de batallón.

Así, el enorme milico, saca una bandita de caucho, y la estira hasta donde sus enormes brazos le permiten, para enseguida descargarle tal golpe en el rebelde pene, que este sale a volar por la ventana donde un perro se lo come.

La historia tiene un final alternativo que incluye el gang bang más bárbaro que cualquier adolescente se halla imaginado, pero ese es otro cuento.

¿Traumático? los hombres sabrán de qué hablo, no hay tal enfermera. Son dos médicos, militares con cara de pervertidos los que hacen el tanteo de naranjas, ningún pene que conozca la historia osa levantarse.

Entonces, aún te miras las manos, aún tienes sexo sin protección y como yo, aún le tienes miedo a los militares. Somos leyendas vivientes.
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