Recuerdo que tenía seis años, cuando empezó, podíamos correr por calles a medio hacer, me encantan esas calles polvorientas de los pueblos pequeños. Salíamos a jugar con las niñas hasta tarde y no teníamos miedo, las niñas tampoco, les encantaba el escondite americano.
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Mirábamos la televisión inocente y normalmente a las nueve ya estábamos durmiendo; lo más cerca que podíamos estar del porno era espiando a alguna vecina o compartiendo con los amigos una revista española que ahora no recuerdo y que hoy día ya no se consigue.
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Bailamos macarena por allá en el 94 y vimos como Colombia le metió cinco goles a la Argentina de Batistuta y Maradona por eliminatorias al mundial, muchos colombianos viven de ese recuerdo y es una completa tristeza. Prefiero recordar el intro de Baywatch.
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Miramos la pequeña Lulú, Candy, los pitufos, la tropa rex, Tom Sawyer, el crítico, las primeras temporadas de los Simpsons, algo que se llamaba dinosaurios, otra cosa que se llamaba monstruos, los años maravillosos, algo de Spielberg que se llamaba historias asombrosas. (ojala tuviera una plantita que escribiera el blog por mi) Los Vam danes y los chuachenegers estaban en todas las peliculas pateando traseros, hasta que un día Tarantino nos enseño a disparar con la pistola empuñada de lado.
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Teníamos maquinas de escribir de cinta que ensuciaban los dedos, jugamos atari,los computadores eran lentos y no existía internet como lo conocemos hoy, las pocas emisoras de la epoca nos bombardeaban de basura y las niñas se morían por Alejandro Sanz ,Bose , Mana, Arjona, De vita, Pimpinela y una cantidad de gente que hoy día ya se han puesto viejos o se han vuelto maricos. Mucha música estaba tan lejos a los oirdos sordos y el Nirvana de pocos, no llego a todos.
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Aún los ochentas causaban estragos y la moda noventera era de la más patética, de los brillos y los flecos a los colores vivos y mal combinados, menos mal éramos pequeños y no nos dábamos cuenta de los graciosos que nos veíamos, hasta ahora cuando empezamos a recuperar fotografías de la infancia.
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Dentro de todas las similitudes que pudiéramos compartir, los besos que nos robamos, la primer arrinconada, los correazos, chancletazos y cable de plancha que recibimos sin traumatizarnos, los años que perdimos y tuvimos que repetir en el colegio, dentro de ese imaginario que nos hacia parte del colectivo había algo muy importante que ya no existe, que se ha perdido, que se ha olvidado.
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En nuestra época, lo más importante era ser diferentes, tener algo nuevo, algo distinto al otro, en nuestra época no intentábamos imitarnos, no intentábamos parecernos, queríamos, más, queríamos ser mejores y no una mala fotocopia del otro, eso era una ofensa.
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Mierda, debo estarme volviendo viejo o la nueva generación no tiene identidad, al parecer la juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo.
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Los hombres no bailan, escribí alguna vez. Mientras tanto solo me puedo reír. ¿Está es la onda?
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